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Tercera unidad

La primera semana

Painting of Saint John writing his Gospel

Sumario

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El Libro de los Signos comienza con una descripción de la primera semana de ministerio público de Jesús. Podemos reconocerlo porque los acontecimientos ocurren durante siete días continuos. El evangelista utiliza esta estructura para presentarnos a los principales personajes de su historia y comenzar a establecer su trama. En el primer día, conocemos a Juan el Bautista. También nos encontramos brevemente con los villanos de la historia: las autoridades judías que interrogan a Juan sobre las razones por las que bautiza. Durante el segundo día, Juan da testimonio de Jesús. Del tercer al quinto día, conocemos a los primeros discípulos. Finalmente, en el último día de la semana, Jesús convierte agua en vino. Cuando interpretamos este milagro a la luz del Antiguo Testamento, podemos ver que Jesús está señalando el comienzo de la era mesiánica de salvación. 

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Objetivos de aprendizaje

 

Habrás completado con éxito esta unidad cuando puedas:

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  • Explicar cómo Juan el Evangelista ha estructurado el inicio del ministerio de Jesús en un período de siete días.

  • Describir los principales acontecimientos que ocurren durante esta primera semana.

  • Explicar cómo el primer milagro de Jesús en Caná señaló el comienzo de la era mesiánica de salvación.

 

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Introducción

 

Comenzaremos ahora nuestro estudio de la primera parte del Evangelio, llamado el Libro de los signos. Los estudiosos han sugerido muchas formas diferentes para estructurarlo. Estas son válidas y complementarias. Dado que en este curso estudiaremos el Evangelio de Juan según el desarrollo de su trama, sugerimos dividir el Libro de los signos en cuatro secciones:

 

  1. La primera semana del ministerio de Jesús (1,19-2,12)

  2. El ministerio inicial de Jesús (2,1-4,54)

  3. La oposición y el rechazo crecientes (5,1-10,42)

  4. La decisión de las autoridades de matar a Jesús (11,1-12,50)

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La primera semana del ministerio de Jesús

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Después del prólogo, Juan comienza su relato sobre Jesucristo. Organiza los acontecimientos que ocurren en los primeros capítulos según una serie de días.

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Al día siguiente… (1,29)

Al día siguiente… (1,35)

Al día siguiente… (1,43)

A los tres días… (2,1)

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Es otra alusión al relato de la creación del primer capítulo del Génesis. También está estructurado según una serie de días.

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Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero. (Gn 1,5)

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. (Gn 1,8)

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. (Gn 1,13)

...

 

Esta estructura refuerza la idea, ya sugerida en el prólogo, de que Jesús ha llevado a cabo una nueva creación.

 

Durante esta primera semana, se nos presentan los principales personajes en  el relato. En el primer día, conocemos a Juan el Bautista. Luego, en el segundo día, el Bautista da testimonio de Jesús. Los apóstoles entran en escena durante los siguientes tres días: primero entran Andrés y un discípulo sin nombre (probablemente el propio Juan), luego Pedro y, por último, Felipe y Natanael. Finalmente, durante el séptimo y último día, en las bodas de Caná, Jesús manifiesta por primera vez su gloria convirtiendo agua en vino. Al decirnos que los discípulos creyeron en él, Juan nos invita a nosotros, sus lectores, a creer también en Jesús. También nos dice que esta fue su primera señal, lo que nos lleva a esperar otras señales aún mayores por venir.

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La trama de toda buena historia se construye en torno a un conflicto que el héroe debe superar. En el Evangelio de Juan, los adversarios de Jesús -los fariseos y las demás autoridades judías- no empezarán a atacarle hasta el capítulo quinto, después de haber curado a un paralítico en sábado. Sin embargo, desde el principio se nos dan indicios de que no todo va bien. El evangelista nos advirtió en su prólogo: "Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (1,11). Y ahora nos encontramos con los fariseos interrogando a Juan el Bautista. El tono del diálogo sugiere una actitud poco amistosa.

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Primer día - Juan el Bautista

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Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». (1,19–21)

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Juan no comienza su Evangelio hablándonos de la concepción, el nacimiento o la infancia de Jesús. En cambio, comienza presentándonos a su precursor: Juan el Bautista. Ya vimos que el prólogo lo había mencionado brevemente, diciendo que había venido a dar testimonio a la luz, así que es lógico que empiece aquí con él. Como vimos en la lección anterior, los testigos juegan un papel importante en la Historia de la Salvación porque Dios quiere que sus acciones sean certificadas por estos testigos.

 

Antes de decirnos lo que hizo el Bautista, la narración nos explica primero quién fue, o mejor dicho, quién no fue. Sabemos por las fuentes históricas que fue una figura extremadamente popular. Y Marcos nos dice que la gente de toda Judea, pero sobre todo de Jerusalén, acudía a él y que "él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados." (Mc 1,5). Toda esta actividad habría despertado naturalmente las sospechas de las autoridades en Jerusalén. Los sacerdotes y los levitas controlaban los sacrificios en el templo y ellos eran los que podían declarar puras o impuras a las personas. Defendían celosamente sus prerrogativas, por lo que no habrían visto con buenos ojos este tipo de competencia. Por ello, enviaron una delegación para investigar el asunto.

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Como mucha gente pensaba que el Bautista era el Mesías, los sacerdotes le preguntan primero sobre eso, pero él responde: "Yo no soy el Mesías". Entonces le preguntan si es Elías o el profeta. ¿Por qué Elías? En 2 Reyes 2 aprendemos que Elías nunca murió; fue en cambio llevado en un carro al cielo. Además, Malaquías había profetizado:

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Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra.(Mal 3,23–24)

 

Por lo tanto, la gente esperaba que Elías volviera antes de la venida del Mesías. Sin embargo, el Bautista dijo que él no era Elías. Con esto quería decir que no era el Elías reencarnado. Pero sabemos por Mateo que él sí fue el cumplimiento de esta profecía.

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Los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista. (Mt 17,10–13)

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¿Por qué "el" profeta y no sólo "un" profeta? Israel había tenido muchos profetas, pero, siempre que el Nuevo Testamento habla sobre el profeta, se refiere a un profeta específico, el prometido por Moisés.

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Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú [Moisés]. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. (Dt 18,18)

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Los judíos consideran a Moisés como el mayor profeta porque se le atribuye haber escrito la Torá y haber conducido a los israelitas a la Tierra Prometida. Cuando dijo que Dios enviaría otro profeta como él, estaba señalando a Jesús, el nuevo Moisés. Pero algunos pensaron que Juan el Bautista podría ser el elegido. ¿Quién fue entonces? En respuesta a esta pregunta,

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Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». (1:23)

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Esto está tomado de la profecía de Isaías en el capítulo 40, que afirma que Dios mismo vendrá con fuerza para salvar a su pueblo y perdonar sus pecados (véase Is 40:1-11). El lenguaje utilizado deja claro que Isaías habla de un nuevo éxodo. Al igual que el prólogo, esta sección del Evangelio está llena de imágenes del éxodo tomadas del Antiguo Testamento. Acabamos de mencionar que "el profeta" se refiere a la llegada del nuevo Moisés. Otras imágenes son:

 

  • El agua utilizada para el bautismo nos recuerda el paso del Mar Rojo. Al igual que los israelitas fueron salvados de Egipto cuando pasaron por el agua, nosotros también somos salvados por al pasar por el agua del bautismo.

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  • El paso por el desierto nos recuerda los 40 años en que los israelitas pasaron en el desierto en su camino hacia la Tierra Prometida.

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  • El bautismo de las personas en el río Jordán recuerda el final del Éxodo, cuando Josué condujo al pueblo a través del río Jordán hacia la Tierra Prometida.

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Juan el Bautista fue el precursor de este nuevo éxodo. Preparó al pueblo para ello "predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados." (Mc 1,4).

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Segundo día – El testimonio del Bautista sobre Jesús

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Después de haber señalado que Juan el Bautista no era el Mesías, el Evangelio describe a continuación el testimonio que dio de Jesús.

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Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». (1,30–34)

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A diferencia de los sinópticos, Juan no presenta el bautismo de Jesús. Pero nos enteramos de que Juan el Bautista vio al Espíritu descender sobre Jesús como una paloma. Esta era la señal que Dios le había dado y de la que debía dar testimonio.

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El Bautista también le llama a Jesús el Cordero de Dios. Cualquier judío del primer siglo habría reconocido en él al cordero pascual (véase Ex 12). Recuerde que la sangre del cordero, pintada en los postes y dinteles de sus casas, salvó a los israelitas de la décima plaga. Cuando el ángel de la muerte vio la sangre del cordero, pasó por sobre esa casa, perdonando a sus habitantes. Pero mató a todos los primogénitos de los egipcios. Esta plaga obligó al Faraón a permitir la salida de los israelitas.

 

En la cultura judía, el cordero pascual se asocia con la salvación de los israelitas de la esclavitud en Egipto por parte de Dios. Al identificar a Jesús con el cordero, el Bautista nos está diciendo que Jesús es el verdadero cordero pascual, cuya sangre nos salvará de la muerte espiritual e inaugurará el nuevo éxodo que nos conducirá a nuestra tierra prometida celestial.

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Sin embargo, la Biblia nunca dice que el cordero pascual quitaría nuestro pecado, como había afirmado Juan el Bautista: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Pero el Antiguo Testamento sí menciona otro cordero que lo hará: el siervo sufriente de Isaías.

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Maltratado, voluntariamente se humillaba | y no abría la boca: | como cordero llevado al matadero, | como oveja ante el esquilador, | enmudecía y no abría la boca... El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, | y entregar su vida como expiación... Él tomó el pecado de muchos | e intercedió por los pecadores. (Is 53,7. 10. 12)

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Tercer y cuarto días – Los primeros discípulos

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Nuestra atención se dirige ahora a Jesús y a los primeros discípulos.

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Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. (1,38–39)

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¿Qué buscáis? ¿Dónde vives? Era como la hora décima. Habría muchas reflexiones espirituales que podríamos hacer sobre estas palabras. Sin embargo, dado que el sentido espiritual de las Escrituras se basa sobre el sentido literal, necesitamos entender primero este sentido del texto.

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A menudo pensamos en Juan el Bautista como una especie de ermitaño, que vivía solo en el desierto, comiendo saltamontes y miel silvestre. Pero el Evangelio deja claro que tenía un grupo de discípulos que le seguían. Probablemente vivían con él en el desierto, recibían su bautismo de conversión y escuchaban sus enseñanzas. Dos de ellos estaban con él cuando señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Sabemos que uno de ellos fue Andrés, el hermano de Pedro. El Evangelio no nombra al segundo discípulo, pero muchos estudiosos piensan que se trata de Juan, el autor de este Evangelio.

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Tras escuchar el testimonio del Bautista, los dos discípulos siguen a Jesús. Esto puede interpretarse en distintos niveles. En un nivel, podría significar que los dos dejaron a Juan para convertirse en discípulos de Jesús. Pero el significado literal del texto griego dice simplemente que empezaron a caminar detrás de Jesús. Jesús, al darse cuenta de ellos, se vuelve y les pregunta: "¿Qué buscáis?". Es decir, "¿por qué me seguís?"

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Es conveniente señalar que los discípulos no responden a la pregunta de Jesús. En cambio, responden con otra pregunta: "¿Dónde vives?" Juan señala que era alrededor de la hora décima, que serían las 4 de la tarde. Esta información no es sólo anecdótica. Como se hacía tarde, los discípulos, si no iban a volver con Juan, habrían necesitado encontrar rápidamente un lugar donde pasar la noche. Estaban preguntando si podían pasarla con Jesús.

 

"Se quedaron con él aquel día". La palabra griega menó, traducida aquí como "quedarse" significa literalmente "permanecer". Será una palabra importante más adelante en el Evangelio.

 

El que come mi carne y bebe mi sangre habita [menei] en mí y yo en él. (6,56)

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Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. (15,4–7)​

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El texto implica que al día siguiente, Andrés fue a buscar a su hermano Simón.

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Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)». (1,40–42)

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Jesús le dice a Simón: "Te llamarás Cefas". La palabra cefas en arameo significa "roca". Este versículo es muy importante porque nos ayuda a entender lo que Jesús quiso decir en Mt 16,18 cuando afirmó: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia." Los protestantes sostienen que la roca se refiere a la confesión de fe de Pedro, es decir, su declaración de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Pero en el Evangelio de Juan, Jesús le llama Pedro antes de que hiciera esta profesión. Esto demuestra que Pedro mismo debe ser la roca.

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¿Quiénes eran Simón y Andrés? Sabemos, por los Evangelios Sinópticos, que eran pescadores de Galilea. Pero cuando Jesús los conoció, estaban con Juan el Bautista en Judea. Esto significa que debían ser judíos religiosos que buscaban activamente al Mesías. Por eso habían dejado sus hogares para convertirse en discípulos del Bautista.

 

Los Evangelios Sinópticos hacen que parezca que Jesús los llamó de la nada. Es decir, que un día pasó por allí, los vio por primera vez y los invitó a seguirle. Pero una lectura más atenta revela que no fue así. La lectura conjunta de Juan y los sinópticos nos da una imagen más completa. Su llamada fue probablemente un proceso prolongado que tuvo lugar a lo largo de varios meses. Este pasaje describe su primer encuentro con Jesús en Judea. Empezaron a seguirle y le acompañaron en determinados momentos (por ejemplo, en las bodas de Caná). Esto debió haber durado algún tiempo porque los vemos viajar juntos.

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Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea (1,43)

 

Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. (2,12)

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Después de esto, fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba. (3,22)

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Pero al final dejaron a Jesús para volver a casa y continuar con su vida de pescadores. No fue hasta después del arresto de Juan el Bautista ( véase Mc 1,14) y de la pesca milagrosa (véase Lc 5) que Jesús les llamó para que dejasen definitivamente las redes y le siguiesen.

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Quinto día – Jesús llama a Felipe y Natanael

 

Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás». (1,43–46)

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Si en los dos días precedentes, los discípulos tomaron la iniciativa de seguir a Jesús, ahora es Jesús quien toma la iniciativa y llama a Felipe. Luego, Felipe da testimonio de Jesús y llama a Natanael, invitándolo a "venir y ver", tal como había hecho Jesús con los dos primeros discípulos. Este episodio confirma la importancia del testimonio en la vida de la Iglesia. Los seguidores de Jesús deben darle testimonio a los demás, invitándoles a venir y ver para que conozcan a Jesús. Ellos, a su vez, se convertirán en sus discípulos y se repetirá el proceso.

 

Nazaret era un pequeño pueblo, tan pequeño que nunca se menciona en el Antiguo Testamento y ni siquiera aparecía en los mapas de la época. Tampoco debía de tener buena reputación, pues parece que era despreciada, incluso por los propios galileos.

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Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». (1,47–50)

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Cuando Jesús le dice a Natanael que lo había visto bajo la higuera, éste le responde "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Esta respuesta es extraña y no parece corresponder a la situación. Lo único que Jesús dijo fue que lo había visto bajo la higuera. ¿Por provocó esto una profesión de fe tan fuerte en Natanael, que ni siquiera conocía a Jesús?

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Algunos estudiosos suponen que Natanael debió ver algo sobrenatural en la respuesta de Jesús, y esto le llevó a hacer esta profesión de fe. Otros piensan que la clave para descifrar esto se encuentra en el Antiguo Testamento. El nombre "Nazaret" deriva de la palabra hebrea ne-į¹£er, que significa "rama". Estos estudiosos piensan que esta palabra podría conectar este pasaje con varias profecías del Antiguo Testamento que hablan del futuro Mesías, llamándolo "Rama".

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Escucha, Josué, sumo sacerdote, | tú y los compañeros que se sientan en tu presencia | —pues esos hombres son un presagio—. | Mirad, voy a hacer venir | a mi siervo «Germen». Mirad la piedra que pongo ante Josué, | es piedra única con siete ojos. | Yo mismo grabaré su inscripción | —oráculo del Señor del universo—, | y apartaré el pecado de este país | en un solo día —oráculo del Señor—. Aquel día os invitaréis unos a otros | debajo de la parra y de la higuera. (Zac 3,8–10)

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Me llegó la palabra del Señor en estos términos: «Toma ofrendas de los exiliados, de Jelday, de Tobías y de Yedaías, y vete ese día a casa de Josías, hijo de Sofonías, pues acaban de llegar de Babilonia. 11Toma plata y oro, haz una corona y ponla en la cabeza de Josué, hijo de Josadac, el sumo sacerdote. 12Y le dirás: «Esto dice el Señor del universo: Este es el hombre llamado Germen; | germinará de sus raíces | y construirá el santuario del Señor. 13Él construirá el santuario del Señor; asumirá la dignidad real, se sentará en su trono y reinará. En su trono también estará un sacerdote, y la concordia reinará entre ambos. (Zac 6,9–13)

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Pero brotará un renuevo del tronco de Jesé, | y de su raíz florecerá un vástago. (Is 11,1)

 

Jesé fue el padre del rey David y el tronco de Jesé es una imagen bíblica que Isaías utilizó para referirse al reino davídico restaurado después del exilio babilónico. Profetizó que el reino davídico sería destruido porque el pueblo había roto la alianza con Dios. Por lo tanto, Dios lo cortará, como un árbol que es talado. Pero no todo está perdido. Isaías prevé que del tronco aparentemente muerto crecerá una nueva rama. Su profecía anuncia la restauración del reino.​

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Según Zacarías, esta rama-Mesías será un rey que construirá el templo y, en su día, cada uno invitará a su vecino bajo su higuera. Los paralelos entre estas profecías y el diálogo entre Jesús y Natanael son sorprendentes. Si Natanael era un verdadero israelita en el que no hay engaño, como dice Jesús, entonces seguramente habría estado familiarizado con estas profecías y habría reconocido estas repeticiones. Esto y el testimonio inicial de Felipe sobre Jesús le llevaron a hacer esta profesión de fe, a la que:

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Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». (1,50–51)

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La respuesta de Jesús nos hace pensar en otros pasajes del Antiguo Testamento.

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Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. (Gn 28,12)

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​Jesús, es la escalera que une el cielo con la tierra. También es el Hijo del Hombre mencionado en Dn 7:13.

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Seguí mirando. Y en mi visión nocturna | vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. | Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.

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Séptimo día – Las bodas de Caná

 

Cuando estudiamos el pasaje que describe las bodas de Caná, podemos descubrir muchos niveles de significado. De hecho, el texto es tan rico que se podría escribir un libro entero sobre él. Por ejemplo, Juan presenta a Jesús como el novio de una nueva alianza matrimonial entre Dios y la humanidad. Y las bodas de Caná son también un pasaje clave para nuestra comprensión teológica de María. Aunque estos temas son importantes, no los trataremos aquí. Por ahora, nos fijaremos en el sentido literal del texto para tratar de entender la escena y luego destacaremos algunas de sus relaciones tipológicas con el Antiguo Testamento.

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A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». (2,1–5)

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En tiempos de Jesús, las celebraciones de las bodas judías podían durar hasta siete días. La familia y los amigos se reunían para celebrar la unión de los esposos. Era responsabilidad del novio proveer a los invitados. Quedarse sin vino habría sido una gran vergüenza que habría manchado la reputación de la familia durante años.

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María se da cuenta de este problema y, queriendo ayudar, se dirige a Jesús y le dice: "No tienen vino". Simplemente expone la necesidad, pero podemos suponer que esperaba que Jesús encontrara alguna solución aunque no se lo pidió explícitamente. Exponer sencillamente una necesidad es una forma muy femenina para pedir algo. El hecho de que luego mande a los sirvientes que hagan lo que Jesús diga sugiere que sí esperaba que él hiciera algo.

 

La respuesta de Jesús puede ser difícil de entender. En primer lugar, parece que está reprendiendo a su madre. Pero, en realidad, su respuesta no fue tan dura como parece. Las traducciones modernas del texto a veces acentúan esta aparente dureza. "¿Qué tengo yo que ver contigo?". Esto nos suena como si Jesús estuviera reprendiendo a su madre. El griego original es más suave y significa literalmente: "¿Qué a mí y a ti?". Esto parece implicar que Jesús sólo quería decirle algo como: "¿En qué nos afecta esta situación?"

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¿Por qué se involucró María? El hecho de que Jesús, su madre y sus discípulos fueran invitados sugiere que la boda era para un pariente o amigo cercano. Esto podría explicar su preocupación y su deseo de ayudar. Pero aun así, la pregunta de Jesús sigue siendo válida porque, al fin y al cabo, sólo eran invitados. No era su problema. Su respuesta, por lo tanto, implica cierta oposición a la petición de María, aunque no debemos tomarla como un rechazo rotundo, y mucho menos como una reprimenda. Al final, hizo lo que ella le pidió.

 

¿Qué pudo llevar a Jesús a cuestionar a su madre? La segunda parte de su respuesta podría ayudar a responder a esta pregunta. Jesús afirma que aún no ha llegado su hora. En el Evangelio, la hora de Jesús siempre se refiere al momento de su pasión y muerte. Pero, ¿por qué habría mencionado esto? Su respuesta parece no tener ninguna relación con la petición de María. Lo único que ella dijo fue que se había acabado el vino, implicando que él arreglara la situación. Pero él responde diciendo que aún no ha llegado su hora de morir. Esta respuesta es muy extraña, a menos que Jesús haya relacionado de alguna manera la petición de María con su muerte. ¿Por qué y cómo podría ser esto?

 

Como siempre, podemos encontrar la respuesta a este enigma leyendo los evangelios a la luz del Antiguo Testamento. Allí, el profeta Isaías describe otra situación en la que el vino se había acabado.

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Está de luto el mosto, languidece la vid, | suspiran los de corazón alegre... Ya no beben el vino entre canciones, | el licor sabe amargo a quien lo bebe... Griterío en las calles por la falta de vino, | ha desaparecido la alegría, | han desterrado el alborozo del país. (Is 24,7.9.11)

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Isaías continúa diciendo que el propio Señor proporcionará un día vino. Esta fiesta se denominó más tarde el banquete mesiánico.

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Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, | en este monte, un festín de manjares suculentos, | un festín de vinos de solera; | manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este monte | el velo que cubre a todos los pueblos, | el lienzo extendido sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. | Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, | y alejará del país el oprobio de su pueblo | —lo ha dicho el Señor—. (Is 25,6–8)

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No está claro si María tenía esto en mente cuando hizo su petición, ya que no se nos da suficiente información para saberlo con seguridad. Por un lado, no tenemos que pensar necesariamente que ella esperaba un milagro. Es posible que lo único que quería era que Jesús encontrara una solución natural. Por otro lado, la tradición católica sobre María hace plausible que ella conociera esta profecía. Según esta tradición, ella creció en el templo, estudió las Escrituras allí, y también estaba llena de gracia. Además, es difícil imaginar que nunca hablara de estas cosas con Jesús durante los 30 años que pasaron juntos.

 

Sea cual sea el caso de María, la respuesta de Jesús sugiere que él sí interpretó su petición de esta manera. Pero luego, a pesar de su reticencia, cumple su petición realizando el milagro.

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Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».​ (2,6–10)

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Cabe destacar que Jesús no sólo proporcionó suficiente vino para resolver el problema del novio. Lo proporcionó en abundancia. Los 455 a 680 litros habrían satisfecho con creces las necesidades de los invitados de una pequeña boda campestre. Tampoco produjo un vino cualquiera; proporcionó el mejor vino. Estos dos hechos son significativos.

 

Para los que tienen ojos para ver, este milagro habría recordado otras profecías del Antiguo Testamento que afirman que, en la futura era de salvación, Dios proporcionará abundancia de vino dulce.

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Aquel día levantaré la cabaña caída de David... las montañas destilarán mosto | y las colinas se derretirán. (Am 9,11.13)

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Aquel día | las montañas chorrearán vino nuevo, | las colinas rezumarán leche | y todos los torrentes de Judá | bajarán rebosantes. | Y brotará una fuente de la casa del Señor | que regará el valle de Sitín. (Joel 4,18)

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Brant Pitre, en su libro Jesus the Bridegroom, muestra cómo las antiguas tradiciones judías que se encuentran fuera de la Biblia también expresan la expectativa de que el Mesías proporcionará milagrosamente vino en abundancia. Por ejemplo: 

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Y sucederá que ... el Mesías comenzará a ser revelado. Y en una sola vid habrá mil ramas, y una rama producirá mil racimos, y un racimo producirá mil uvas, y una uva producirá un litro de vino.​ (2 Baruch 29:3, 5 [traducción propria])

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Brant Pitre continúa diciendo:

 

Cuando se interpreta el milagro de Jesús a la luz de estas antiguas expectativas judías del vino superabundante del banquete de Dios, y de las antiguas esperanzas judías para el futuro, podemos ver que al proporcionar cientos de galones de vino para esta pequeña boda campestre en Caná, Jesús está señalando a aquellos que tienen los ojos para verlo que la antigua esperanza judía del vino superabundante de la era de salvación está empezando a cumplirse en su persona. (Brant Pitre, Jesus the Bridegroom, Image, New York, 2014, 43 [traducción propria])

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Otras relaciones con el Antiguo Testamento

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No es una casualidad que la primera semana del ministerio público de Jesús haya culminado en una boda. Con ello, Juan conectó su relato sobre Jesús con los acontecimientos de la creación y el éxodo en el Antiguo Testamento.  La historia de la salvación también comenzó con una boda que tuvo lugar el séptimo día de la creación.

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Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán. Adán dijo: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón». Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. (Gn 2,21–24)

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Y la Biblia también describe la alianza de Dios con Israel establecida en el Monte Sinaí como una boda.

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Te hice crecer como un brote del campo. Tú creciste, te hiciste grande, llegaste a la edad del matrimonio... Pasé otra vez a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí mi manto sobre ti para cubrir tu desnudez. Con juramento hice alianza contigo —oráculo del Señor Dios— y fuiste mía...Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar en tu cuello. Te puse un anillo en la nariz, pendientes en tus orejas y una magnífica diadema en tu cabeza. (Ez 16,7–12)

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Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». (2,3–4)

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A lo largo de este curso, hemos destacado las imágenes y el vocabulario que Juan tomó de los acontecimientos de la creación y el éxodo descritos por el Antiguo Testamento. Estas repeticiones funcionan como pistas que nos permiten identificar a Jesús como el nuevo Adán que está dando a luz una nueva creación en la que podemos convertirnos en hijos de Dios. También es el nuevo Moisés que nos guía en un nuevo éxodo que nos llevará a la tierra prometida del cielo.

 

Pero el primer capítulo también contiene imágenes y vocabulario de la descripción que el Antiguo Testamento hace del reino davídico. Por ejemplo, la palabra "Cristo". Andrés dice a su hermano Simón: "'Hemos encontrado al Mesías' (que significa Cristo)" (1,41).

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"Cristo" no es el apellido de Jesús. Es la traducción griega de la palabra hebrea mashiach, que significa "mesías" o el ungido. Es, por tanto, un título. En el Antiguo Testamento, este título se aplica específicamente a David y a los reyes de su línea que vinieron después de él. Los judíos creían que sus reyes eran vasallos o lugartenientes de Dios en la tierra. Los paganos, por el contrario, a menudo divinizaban a sus reyes. Pensemos en el César romano, que era considerado un dios. Los reyes judíos eran llamados "mesías" porque eran ungidos con aceite. Por ejemplo, en 1 Samuel 16 leemos cómo David fue ungido:

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Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante. (1 Sam 16,13)​

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Su hijo Salomón también fue ungido cuando se convirtió en rey, al igual que su nieto Roboam después de él. Esto continuó hasta el último rey. Esta unción era una señal de que el rey había recibido su autoridad de Dios y que no era divino. 

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El ser rey y el ser el mesías están interrelacionados. Jesús es el Mesías porque es el Rey de Israel, como proclama Natanael. Fue ungido, no con aceite, sino con el Espíritu Santo. Esto es lo que Juan el Bautista fue enviado a dar testimonio. 

 

Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. 34Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». (1,32–33).

 

El evangelista Juan se extiende mucho en estos primeros capítulos para mostrarnos cómo la creación, el éxodo y el reino davídico se cumplieron en Jesús. Todo el Antiguo Testamento es importante, pero estos tres acontecimientos son los más importantes que ocurren antes de la venida de Jesús.

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Tareas

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  • Explica cómo el evangelista Juan ha estructurado el comienzo del ministerio de Jesús en un período de siete días.

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  • Describe los principales acontecimientos que ocurren en cada día de esta primera semana.

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  • Explica cómo el milagro de Jesús durante las bodas de Caná señaló el comienzo de la era mesiánica de salvación.

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