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Segunda unidad

La crisis

Drawing of the snake tempting Eve

Sumario​


Génesis 3 establece la trama de nuestra historia al presentarnos la crisis. Engañados por la serpiente, Adán y Eva desobedecieron a Dios y rompieron su comunión con él. La trama se complica en el capítulo 4 porque leemos cómo este primer pecado abrió las compuertas a una avalancha de más pecados. Al final del capítulo 11, los planes de Dios para su creación y la humanidad se han arruinado. El resto de la Biblia nos cuenta cómo Dios nos salvará de esta situación. Por eso la historia de la Biblia se llama la "Historia de la Salvación".

 

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Objetivos de aprendizaje
 

Habrás completado con éxito esta unidad cuando puedas:

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  • Describir la naturaleza y los efectos del pecado de Adán y Eva.

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  • Explicar cómo el pecado se extendió por todo el mundo.

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  • Explicar cómo Dios hizo una nueva creación a través del diluvio y describir las diferencias entre esta y la primera creación.​

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Introducción
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Uno de los propósitos de una buena introducción es establecer la trama para el resto de la historia. Recuerda que la trama es el orden cronológico de los diversos acontecimientos de una historia. Tras el comienzo, que nos presenta a los personajes y la ambientación, surge un conflicto o problema que hay que resolver. 

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En la unidad anterior examinamos la ambientación inicial de la historia de la Biblia. Vimos que Dios no solo creó un paraíso para Adán y Eva, sino que también les invitó a entrar en una relación de alianza con él, para formar parte de su familia. Les dio el don de la libertad para que pudieran aceptar libremente esta oferta y amarlo en respuesta. El amor, sin embargo, tiene que ser probado. Adán y Eva tenían que demostrar su amor obedeciendo una simple orden. Desgraciadamente, como veremos, fallaron, y al hacerlo, rompieron su comunión con Dios y murieron una muerte espiritual. Esta situación establece la trama porque la historia de la salvación es la historia de cómo Dios superará esta crisis para restablecer nuestra comunión con él.

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La caída
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El Catecismo nos dice que “El relato de la caída (Génesis 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre” (CIC 390). ¿Qué causó que Adán y Eva desobedecieran a Dios? En pocas palabras, fue el orgullo. El Catecismo lo dice sucintamente:

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El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad (CIC 397).

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En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, creado en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente “divinizado” por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso “ser como Dios” (Cf. Gn 3, 5), pero “sin Dios, antes que Dios y no según Dios” (CIC 398).

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El diablo, en forma de una serpiente, empezó a tentar a Eva poniéndole una petición de información aparentemente razonable: “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?” (Gn 3, 2). Esta pregunta es peligrosa porque contiene una mentira. Dios no les había prohibido comer de ninguno de los árboles en el jardín, sino solo de uno de ellos. La conversación que sigue condujo a Eva de la duda a la desconfianza. El demonio presentó a Dios como rival, protegiendo celosamente sus prerrogativas divinas.

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La mujer contestó a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”». La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal». (Gn 3, 2–5).

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Con el corazón henchido con el deseo lleno de orgullo de ser como Dios, Eva sucumbió a la tentación y comió el fruto del árbol prohibido. Luego, hizo a Adán caer con ella. En vez de volverse como Dios, “Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron” (Gn 3, 7). La ironía es que Dios los estaba invitando a ser como dioses, pero bajo sus condiciones. Ellos escogieron, en vez, despreciarlo y terminaron siendo débiles y vulnerables en su desnudez.

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Los efectos de la caída
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Cuando escucharon a Dios caminando en el jardín, tuvieron miedo y se escondieron de Él. Dios le preguntó a Adán, “¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?” (Gn 3, 11). En vez de reconocer humildemente su pecado, Adán culpó a Eva. “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí” (Gn 3, 12). Eva hizo lo mismo, culpando la serpiente. “La serpiente me sedujo y comí” (Gn 3, 13). Así pues, Dios castigó a los tres:

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El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, maldita tú | entre todo el ganado y todas las fieras del campo; | te arrastrarás sobre el vientre | y comerás polvo toda tu vida». (Gn 3, 14)

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A la mujer le dijo:

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«Mucho te haré sufrir en tu preñez, | parirás hijos con dolor, | tendrás ansia de tu marido, | y él te dominará». (Gn 3, 16)

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Y dijo a Adán:

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«Por haber hecho caso a tu mujer | y haber comido del árbol del que te prohibí, | maldito el suelo por tu culpa: | comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, | y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor de tu frente, | hasta que vuelvas a la tierra, | porque de ella fuiste sacado; | pues eres polvo y al polvo volverás». (Gn 3, 17–19)

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Cada uno de los castigos afectó al implicado correspondiente. La serpiente ahora está maldita entre todos los animales; la mujer dará a luz en dolor; y el hombre perdió su inmortalidad (“al polvo volverás”). Las últimas consecuencias de este pecado, sin embargo, no fueron solo individuales. Hubo una consecuencia más profunda que no solo afectó a Adán y a Eva, sino a todos los hombres.

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Como hemos visto, Dios nos creó para entrar en su familia y vivir en comunión. El pecado de Adán y Eva también afectó las relaciones necesarias para esta comunión. Todos sufrimos las consecuencias de esto. La primera relación que fue dañada fue nuestra relación con Dios. En vez de amarlo y confiar en él, ahora le tenemos miedo y nos escondemos de él, como Adán y Eva.

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Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín. (Gn 3, 8)

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La siguiente relación que sufrió daño es la relación entre el hombre y la mujer. En vez de ser atentos y cuidarse mutuamente, ahora quedó empañada con dominio. “Tendrás ansia de tu marido, y él te dominará”. Nuestra relación con la naturaleza también fue afectada. “Maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas”. Incluso nuestra armonía interior fue destruida por este pecado. El Catecismo resume los efectos del pecado de esta forma:

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La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra; la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones; sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio. La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil. A causa del hombre, la creación es sometida “a la servidumbre de la corrupción”. Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia, se realizará: el hombre “volverá al polvo del que fue formado”. La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (CIC 400).

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Recomiendo que leas los números 396 al 409 del Catecismo de la Iglesia Católica para que tengas una explicación teológica más completa de las consecuencias del pecado.

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Una nueva ambientación
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La caída también cambió la ambientación de nuestra historia. Como consecuencia de su pecado, Dios expulsó a Adán y Eva, y a sus eventuales descendientes, del jardín del Edén.

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El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida. (Gn 3, 23–24)

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A partir de ahora, vivirán en exilio, lejos del jardín. Veremos cómo gran parte de la acción se desarrollará en lugares desérticos. Éste se convierte en el nuevo escenario para nuestra historia. Pero a pesar de esto, Dios nunca abandonó a Adán y Eva. Siguió cuidando de ellos.   

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El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió. (Gn 3, 21)

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La trama se complica
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El capítulo 3 del Génesis nos presenta la crisis que establece la trama del resto de la historia. Engañados por la serpiente, Adán y Eva desobedecieron a Dios y, por tanto, rompieron su comunión con él. Sin embargo, en los capítulos 4 a 11 leemos cómo la trama se complica aún más, a medida que el pecado extiende su dominio por todo el mundo.

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Caín y Abel (Gn 4)
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El capítulo 4 nos relata la historia de Caín y Abel. Adán y Eva tuvieron dos hijos. “Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo” (Gn 4, 2). Ambos ofrecieron sacrificios a Dios, pero Dios solamente aceptó el de Abel.

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Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido. (Gn 4:3–5)

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Dios no estaba siendo arbitrario cuando solo aceptó la ofrenda de Abel. Leemos que Abel le dio a Dios lo mejor que tenía, mientras que Caín no lo hizo así. Furioso y lleno de celos, sin tener en cuenta los avisos de Dios, Caín mató a su hermano. El pecado había dañado otra relación clave, la de hermandad. Dios castigó a Caín por su pecado, y fue exiliado. Pero, como con Adán y Eva, Dios no lo abandonó completamente, sino que continuó brindándole cuidado y protección. 

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El Señor le replicó: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo. Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra». Caín contestó al Señor: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará». El Señor le dijo: «El que mate a Caín lo pagará siete veces». Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase. Caín salió de la presencia del Señor y habitó en Nod, al este de Edén. (Gn 4, 10–16)

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Los descendientes de Caín y Set (Gn 4, 17–5, 32)
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Después de la muerte de Abel, Adán y Eva tuvieron un tercer hijo, a quien llamaron Set. Los capítulos 4 y 5 enumeran las genealogías de Caín y Set. Uno puede estar tentado a saltárselas, pero no lo debemos hacer porque las genealogías enlistadas aquí y en otras partes son importantes. Son un recurso literario que ofrecen muchas pistas importantes y nos ayudan a centrarnos en los personajes clave de la historia.

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Génesis 4, 17-24 nos da la línea de descendencia de Caín. Leemos:

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Caín conoció a su mujer; ella concibió y dio a luz a Henoc. Caín estaba edificando una ciudad y le puso el nombre de su hijo Henoc. A Henoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael; Mejuyael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec. Lamec tomó dos mujeres: una se llamaba Ada y la otra Sila. Ada dio a luz a Yabel, que fue el padre de los que habitan en tiendas con ganados. Su hermano se llamaba Yubal, que fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta. Sila, a su vez, dio a luz a Tubalcaín, forjador de herramientas de cobre y hierro; la hermana de Tubalcaín era Naama. Lamec dijo a sus mujeres: «Ada y Sila, escuchad mi voz; | mujeres de Lamec, prestad oído a mi palabra. | A un hombre he matado por herirme, | y a un joven por golpearme. | Caín será vengado siete veces, | y Lamec setenta y siete». 

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En esta línea, el pecado continuó creciendo. Lamec fue la primera persona en cometer poligamia (debilitando aún más la relación entre marido y mujer) y fue también un asesino, incluso peor que Caín. No es coincidencia que en su línea genealógica Lamec hubiese nacido en la sexta generación. Como hemos visto, el número seis es usado en la Biblia para describir a aquellos que rechazan a Dios.

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La línea genealógica de Set es diferente. La Biblia nos dice que ya en el tiempo de su hijo Enós, la gente comenzó a invocar el nombre del Señor (véase Gn 4, 26). Otro de los descendientes, Henoc, “siguió los caminos de Dios y después desapareció, porque Dios se lo llevó” (Gn 5, 24). Esto implica que, en vez de morir, Dios se lo elevó al cielo por su rectitud. En esta línea genealógica, Henoc está enumerado en la séptima generación.

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Así pues, nos encontramos con dos genealogías muy diferentes: la de Caín y la de Set. La línea de Caín fue mala, porque, como él, sus descendientes rechazaron a Dios. Los descendientes de Set, por el contrario, fueron justos. Ellos invocaron a Dios y caminaron con él. En la narración, la línea genealógica de Set es interrumpida por el relato de la historia de Noé.

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Noé y el diluvio (Gn 6–9)
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La historia de Noé y el diluvio es bien conocida. Para nosotros como lectores modernos, este evento es bastante perturbador. Nos preguntamos si de verdad pasó todo eso y cómo un Dios bueno podría matar a casi todas sus criaturas. Estas son ciertamente preguntas válidas que necesitan ser consideradas seriamente. Dar una respuesta exhaustiva excede el propósito de este curso. Pero la lectura de la Biblia como una historia continua también puede arrojar luz sobre este problema. La historia del diluvio está divida en cuatro actos.

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El primer acto (Gn 6, 1–6)
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El primer acto describe la diseminación del pecado por todo el mundo. La narración usa un lenguaje que para nosotros es extraño. 

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Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la superficie del suelo y engendraron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas y se escogieron mujeres entre ellas. Dijo entonces el Señor: «Mi espíritu no durará por siempre en el hombre, porque es carne; solo vivirá ciento veinte años». Por aquel tiempo había gigantes en la tierra; e incluso después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y engendraron hijos. Estos fueron los héroes de antaño, los hombres de renombre. (Gn 6, 1–4)

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¿Quiénes son los hijos de Dios y las hijas de los seres humanos? ¿Quienes son los gigantes (nephalim en el hebreo)? Algunos han estipulado que los hijos de Dios fueron otras criaturas celestiales, probablemente ángeles. Esto, sin embargo, no tiene sentido. Los ángeles no tienen cuerpos porque son espíritus puros y, por lo tanto, no pueden tener relaciones sexuales con mujeres.

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Pero cuando leemos este pasaje en el contexto de las genealogías de Caín y Set, la respuesta se esclarece. Los hijos de Dios eran los descendientes de Set, que caminaban con Dios. Las hijas de los seres humanos eran los descendientes de Caín. Lo que el texto nos quiere decir es que las dos líneas se casaron entre sí y la mala sangre de la línea de Caín se cruzó con la sangre buena de la línea de Set. Esto causó que el mal se extendiera por todo el mundo. Los nephalim eran los hijos de estos matrimonios mixtos. La palabra significa literalmente los caídos.

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Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todos los pensamientos de su corazón tienden siempre y únicamente al mal, el Señor se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le pesó de corazón. (Gn 6, 5–6)

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¿Cómo respondió Dios a esta situación? El segundo acto nos da la respuesta.

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El segundo acto (Gn 6, 7–24)
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La tierra estaba corrompida ante Dios y llena de violencia. Dios vio la tierra y, en efecto, estaba corrompida, pues todas las criaturas de la tierra se habían corrompido en su proceder. Dios dijo a Noé: «Por lo que a mí respecta, ha llegado el fin de toda criatura, pues por su culpa la tierra está llena de violencia; así que he pensado exterminarlos junto con la tierra». (Gn 6, 11–13)

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Dios actuó devolviendo el mundo a su estado original de caos, como era al principio, antes de los seis días de la creación, cuando "La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo" (Gn 1, 2).

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Dios salvó a Noé y su familia de la destrucción del diluvio porque era la única persona justa e íntegra. Dios le mandó hacer un arca. Una vez terminada, Noé y su familia entraron en ella. Los animales los siguieron y luego las aves (véase Gn 6, 13-14). Esta secuencia es importante porque invierte el orden de la creación dado en el capítulo 1. En ese relato, las aves fueron creadas primero, luego los animales y finalmente el hombre. Esto orden significa simbólicamente que Dios está regresando el mundo a su caos original. Una vez que todas las criaturas hubieran entrado en el arca, el Señor los encerró y el diluvio empezó.

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En el año seiscientos de la vida de Noé, el día diecisiete del segundo mes, reventaron las fuentes del gran abismo y se abrieron las compuertas del cielo. (Gn 7, 11)

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Dios abrió la bóveda que había creado en Génesis 1, 6 de forma que ya no contenía las aguas de arriba. Las aguas de debajo también se levantaron, sin respetar los límites que Dios había puesto en Génesis 1, 9. Las aguas continuaron creciendo por cuarenta días hasta que cubrieron todo, incluso las montañas más altas. Así Dios devolvió el mundo a su estado original antes de la creación. La tierra volvía a estar inhabitable, había regresado al caos.

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El tercer acto (Gn 8)
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Después de esto, Dios empezó, en el tercer acto, a renovar (o recrear) la tierra. Lo hizo siguiendo el patrón establecido en Génesis 1. De la misma forma en que el viento corrió sobre las aguas en el principio, ahora el viento corrió de nuevo sobre las aguas.

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Entonces Dios se acordó de Noé, de todas las fieras y de todo el ganado que estaban con él en el arca; Dios hizo soplar el viento sobre la tierra y el agua comenzó a bajar. Se cerraron los manantiales del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo. (Gn 8, 1–2)

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Las aguas continuaron descendiendo hasta que la tierra pudo verse (véase Gn 8, 4). El texto no menciona explícitamente a la luz, pero podemos imaginarnos que una vez que la tormenta terminó, el sol debió haber brillado de nuevo. Cuando Noé abrió la puerta, la luz tuvo que haber entrado en el arca y haber disipado a la oscuridad. La narrativa menciona las aves y las plantas (el cuervo, la paloma y la rama de olivo) en Génesis 8, 7 y 8, 11, creando otro paralelo con Génesis 1. Cuando la paloma no regresó, Noé vio que la tierra estaba seca y lista para habitar por hombres y animales una vez más. Entonces, salió del arca con toda su familia y todos los animales (véase Gn 8, 13–19).

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El acto final (Gn 9)
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En el cuarto y último acto, Dios dio la misma bendición y mandato que había dado a Adán al principio.

 

Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra». (Gn 9, 1)

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También renovó la alianza. 

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«Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra». Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra». (Gn 9, 9–13)

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Sin embargo, los términos de esta nueva alianza eran diferentes. En la primera alianza, la especie humana vivió con los animales y un solo mandato le fue dado, el de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora, en esta alianza, después de la nueva creación, las cosas eran un poco más complicadas. Ahora los animales temían al hombre porque Dios le había dado permiso de comerselos. 

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Todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo os temerán y os respetarán; todos los reptiles del suelo y todos los peces del mar están a vuestra disposición. Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego todo, lo mismo que los vegetales. Pero no comáis carne con sangre, que es su vida. (Gn 9, 2–4)

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El asesinato fue explícitamente prohibido, como respuesta al asesinato da Caín.

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Quien derrame la sangre de un hombre, por otro hombre será su sangre derramada; porque a imagen de Dios hizo él al hombre. (Gn 9, 6)

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Por su parte, Dios prometió nunca más destruir la tierra y estableció el arcoíris como signo de la alianza.

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Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra». Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes. Aparecerá el arco en las nubes, y al verlo recordaré la alianza perpetua entre Dios y todos los seres vivientes, todas las criaturas que existen sobre la tierra». Aún dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra». (Gn 9, 11-17)

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Por lo tanto, podemos decir que de alguna forma Génesis 9 describe una nueva creación. Tenemos también una nueva familia, una nueva alianza y nuevas leyes. Desafortunadamente, a pesar de todo esto, el pecado no fue erradicado del mundo.

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Los pecados de Noé y Cam
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Noé pecó al emborracharse.

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Noé era agricultor y fue el primero en plantar una viña. Bebió del vino, se emborrachó y quedó desnudo dentro de su tienda. Cam, padre de Canaán, vio a su padre desnudo y salió a contárselo a sus dos hermanos. Sem y Jafet tomaron el manto, se lo echaron ambos sobre sus hombros y, caminando de espaldas, taparon la desnudez de su padre; como tenían el rostro vuelto, no vieron desnudo a su padre. Cuando Noé se despertó de la borrachera y se enteró de lo que había hecho con él su hijo menor, dijo: «Maldito sea Canaán. | Sea el último siervo de sus hermanos». Y añadió: «Bendito sea el Señor, Dios de Sem. | Sea Canaán su siervo. | El Señor haga fecundo a Jafet, | y more en las tiendas de Sem | y sea Canaán su siervo». (Gn 9, 20–27)

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El pecado de Cam es más difícil de entender. ¿Qué estuvo tan mal al ver la desnudez de su padre? ¿Y por qué Noé maldijo al hijo de Cam, Canaán, en vez de a Cam mismo? Aunque la naturaleza exacta del pecado de Cam no está clara, una posible interpretación es que cometió incesto con su madre como un acto de rebelión contra su padre. La expresión “ver a alguien desnudo” era una expresión en el mundo antiguo que significaba tener relaciones sexuales. Descubrir la desnudez de tu padre significaba tener una relación incestuosa con su esposa. Esta interpretación es apoyada por el Libro de Levítico:

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Ninguno de vosotros se acerque a una consanguínea suya para descubrir su desnudez. Yo soy el Señor. No descubrirás la desnudez de tu padre y de tu madre. Es tu madre; no descubrirás su desnudez. No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre: es la desnudez de tu padre. (Lv 18, 6–8)

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Si esto fuera así, entonces Canaán fue el fruto de esta relación incestuosa. Esto explica por qué fue maldecido por Noé.

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El siguiente capítulo continúa con la genealogía de los descendientes de Seth, interrumpido en el capítulo 6 por la historia del diluvio. Es importante porque muchos de los nietos y bisnietos de Noé llegaron a fundar naciones y ciudades que jugarían un papel importante más adelante en la historia. Por ejemplo, los cananeos, los descendientes de Canaán, acabarían convirtiéndose en el principal enemigo de Israel. La genealogía se interrumpe de nuevo con la historia de la Torre de Babel.

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La Torre de Babel (Gn 10 – 11)
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Desafortunadamente, el pecado y la maldad siguieron extendiéndose por todo el mundo, como vemos en la historia de la Torre de Babel.

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Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí. Se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego». Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa. Después dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra» (Gn 11, 1–4)

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Aquí vemos una repetición del pecado de Adán y Eva, el pecado de orgullo. Al igual que Adán y Eva quisieron convertirse en dioses, pero sin Dios, también las personas aquí querían hacerse un nombre. Esto es, querían entrar al cielo por sus propios méritos y en sus propios términos, ignorando a Dios. Pero él rápidamente los castigó por esto.

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El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres. Y el Señor dijo: «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo». El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra. (Gn 11, 5–9)

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Este pecado, una vez más, dañó las relaciones básicas necesarias para la comunión. Dios confundió su lenguaje para que no pudieran comunicarse entre sí. Luego los esparció por toda la tierra. El capítulo 11 continúa la genealogía de los descendientes de Set, hasta llegar a Abram.

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Conclusión
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Hemos llegado al final de esta unidad sobre el crecimiento del pecado en el mundo primitivo. Hemos visto cómo los capítulos 3 a 11 establecen la trama de la Historia de la Salvación. Esta primera parte de la Biblia termina como un suspenso. El pecado se ha extendido por el mundo como una avalancha y ha desbaratado el plan original de Dios. La comunión prevista por él al principio parece estar completamente destruida. ¿Hay esperanza para la humanidad? ¿Puede Dios superar esta situación? ¿Cómo? Debemos seguir leyendo la Biblia, para responder a estas preguntas. Génesis 1 a 11 realmente es una gran introducción. 

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Tareas
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  • Lee el Génesis 3 al 11.

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  • Describe la naturaleza del pecado de Adán y Eva. 

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  • ¿Cómo establece su pecado la trama de la historia de la Biblia?

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  • ¿Cuál es el significado del diluvio en el contexto de la historia?

​

  • ¿Crees que Génesis 1 a 11 es una buena introducción? Explica tu respuesta. 

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