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Los discursos de Jesús

Las parábolas

Painting of the parable of the sower

Sumario

 

En esta unidad, estudiaremos las parábolas de Jesús. Cuando él enseñaba de esta manera, no hacía más que seguir una forma típica de enseñanza judía que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. En Israel, las parábolas no se utilizaban solamente para enseñar verdades espirituales profundas a la gente sencilla. Por el contrario, se utilizaban para responder a las acciones malvadas de los líderes. Las parábolas ponen a prueba el corazón de sus oyentes y solo pueden ser entendidas por personas humildes como David, que buscan sinceramente la verdad. En cambio, los soberbios que no quieren entender, endurecen aún más sus corazones.

Jesús a menudo añadía giros a sus parábolas que las hacían aún más difíciles de entender. De este modo, sus parábolas no solo nos adentran en el misterio del reino al revelar algún aspecto del mismo, sino que también esconden esta realidad mediante sus giros inesperados. 

Jesús hablaba a menudo de sí mismo cuando enseñaba en parábolas. Por ejemplo, él es el sembrador que vino a sembrar la Palabra de Dios en todos los corazones. Algunos lo aceptarán, pero muchos lo rechazarán. Sin embargo, podemos estar absolutamente seguros de que su Palabra producirá una gran cosecha y el reino de Dios llegará.

 

 

Objetivos de aprendizaje

 

Habrás completado con éxito esta unidad cuando puedas: 

  • Explicar por qué Jesús enseñaba en parábolas.

  • Explicar el propósito del giro en sus parábolas. 

  • Explicar el significado de las parábolas del capítulo 4.

 

 

Enseñando con parábolas

 

Marcos nos dice que Jesús "les enseñaba muchas cosas con parábolas" (Mc 4, 2) y "con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender" (Mc 4, 33). Estos dos pasajes podrían formar otra inclusio, dentro de la cual están agrupadas las parábolas de Jesús. Parece que Jesús las enseñó en una única sesión, pero probablemente no fue así, ya que también nos dice que ésta era su manera habitual de enseñar. "Todo se lo exponía con parábolas" (4, 34).

¿Por qué enseñaba así Jesús? Se suele decir que usaba parábolas para presentar verdades espirituales profundas a personas sencillas, con ejemplos tomados de la vida cotidiana. Como mucha gente en el antiguo Israel vivía del cultivo de la tierra, él comparó al reino de Dios con semillas, plantas y cosechas. Otros eran pescadores, por lo que enseñó que "el reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces" (Mt 13, 47).

Si bien hay algo de verdad en esto, también esconden una realidad más compleja. En primer lugar, la enseñanza en parábolas no fue algo exclusivo de Jesús. Mas bien, era algo común en Israel, como vemos en el Antiguo Testamento. La primera parábola de la Biblia es la de los árboles, que se encuentra en el Libro de los Jueces. Se dijo en respuesta a Abimelec, el hijo de Gedeón, que mató a sus 70 hermanos —excepto a Jotam, el más joven, quien logró escapar— para convertirse en rey. En respuesta a este crimen, leemos:  

[Jotán] alzó la voz y les dijo a gritos:"Escuchadme, señores de Siquén, y así os escuche Dios. Fueron una vez los árboles a ungir rey sobre ellos.Y dijeron al olivo:'Reina sobre nosotros'. El olivo les contestó:'¿Habré de renunciar a mi aceite, que tanto aprecian en mí dioses y hombres para ir a mecerme sobre los árboles?'. Entonces los árboles dijeron a la higuera:'Ven tú a reinar sobre nosotros'. La higuera les contestó:'¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme sobre los árboles?'. Los árboles dijeron a la vid:'Ven tú a reinar sobre nosotros'. La vid les contestó:¿Voy a renunciar a mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?'. Todos los árboles dijeron a la zarza:'Ven tú a reinar sobre nosotros'. La zarza contestó a los árboles:'Si queréis en verdad ungirme rey sobre vosotros, venid a cobijaros a mi sombra. Y si no, salga fuego de la zarza que devore los cedros del Líbano'". (Jue 9, 7-15)

Probablemente la más famosa de todas las parábolas del Antiguo Testamento es la que pronunció el profeta Natán al rey David después de que éste hubiera cometido adulterio y asesinato.

 

El Señor envió a Natán a ver a David y, llegado a su presencia, le dijo:"Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. El pobre, en cambio, no tenía más que una cordera pequeña que había comprado. La alimentaba y la criaba con él y con sus hijos. Ella comía de su pan, bebía de su copa y reposaba en su regazo; era para él como una hija. Llegó un peregrino a casa del rico, y no quiso coger una de sus ovejas o de sus vacas y preparar el banquete para el hombre que había llegado a su casa, sino que cogió la cordera del pobre y la aderezó para el hombre que había llegado a su casa". (2 Sm 12, 1-4)

 

Pero también encontramos otras parábolas en pasajes como 2 Sm 14, 4-11, 1 Re 20, 35-42 y 2 Re 14, 8-9. La palabra "parábola" (parabolē en griego) se utiliza en la versión griega del Antiguo Testamento para traducir a la palabra hebrea māshāl, que puede referirse a una variedad de formas literarias como axiomas, proverbios, adivinanzas, similitudes y alegorías. Pero lo más frecuente es que se refiere a una comparación extensa en la que una verdad desconocida se explica comparándola con algún aspecto de la experiencia que se conoce. 

Cuando estudiamos el contexto de las parábolas del Antiguo Testamento, descubrimos que fueron dadas en respuesta a las malas acciones de los líderes. Es decir, los profetas confrontaron al liderazgo malvado en Israel usando parábolas. Jesús responde de la misma manera a la incomprensión, la incredulidad, la dureza y el rechazo que sufrió. Este es el contexto inmediato de sus parábolas. Está reaccionando ante el liderazgo malvado de los fariseos y herodianos, que intentan matarlo (véase Mc 3, 6), de los escribas, que lo acusan de estar poseído por Beelzebul (véase Mc 3, 22), e incluso su familia y amigos, que piensan que "está fuera de sí" (Mc 3, 21).

Si Jesús hubiera hablado abiertamente, sus enemigos hubieran tratado de deshacerse de él antes de lo que hicieron. Por lo tanto, tuvo que hablar de una manera que tanto revelaba como escondía su mensaje. Por eso no les habló sin una parábola. Estas ponen a prueba el corazón de sus oyentes y solo pueden ser entendidas por personas como David, que buscan la verdad con sinceridad y humildad. Ellos entendieron el mensaje y se arrepintieron de sus pecados, convirtiéndose en discípulos de Jesús. Los demás se quedaron fuera y endurecieron aún más su corazón, siguiendo el ejemplo del faraón en el Libro del Éxodo. Por eso Jesús dijo: "A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas" (Mc 4, 11).

Las parábolas funcionan como las vidrieras de las iglesias. Su belleza solo puede ser vista por los que están dentro del edificio. Para los que están fuera, se ven oscuras y sin color.

Photograph of a rosetta from outside
Photograph of a  rosetta from inside

Otra razón por la que las parábolas de Jesús son difíciles de entender es porque a menudo agregó algún elemento inesperado o giro que contradecía la experiencia cotidiana de la gente. Jesús usó esta técnica para llamar la atención al sorprenderlos con algo inusual. 

En conclusión, las parábolas de Jesús no solo nos introducen en el misterio del reino revelando algún aspecto del mismo, sino que también ocultan esta realidad a través de sus giros inesperados. 

 

La parábola del sembrador

 

Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar. Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: "Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno". Y añadió: "El que tenga oídos para oír, que oiga". (Mc 4, 1-9)

 

"Tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó". Se cree que Jesús enseñó esta parábola desde una barca en una pequeña bahía del Mar de Galilea situada a medio camino entre las ciudades de Tabgha y Cafarnaúm. Esta bahía semicircular tiene una acústica excelento porque el terreno que la rodea desciende, creando la forma de un teatro romano. La gente que se sentaba allí podía ver a Jesús, y la acústica era tan buena que hasta 7.000 personas podían oírle hablar.

Una traducción más literal del texto griego original sería: "Subió a una barca y se sentó sobre el mar". Es decir, Marcos nos dice que Jesús se sentó sobre el mar, no en la barca. Esta expresión es extraña. Es evidente que Jesús estaba en la barca, pero es posible que Marcos lo haya expresado así para llamar nuestra atención al Salmo 29.

 

La voz del Señor sobre las aguas, | el Dios de la gloria ha tronado, | el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, | la voz del Señor es magnífica... El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, | el Señor se sienta como rey eterno. (Sal 29, 3-4; 10)

 

Podríamos preguntarnos por qué un agricultor sembraría semillas en un camino, en un terreno pedregoso o entre espinas, pero esto no era un problema para los que escucharon a Jesús. Hoy en día, los agricultores aran sus campos antes de sembrar, pero sabemos por fuentes rabínicas que en ese entonces hacían lo contrario. Es decir, primero sembraban las semillas y luego araban la tierra. Por lo tanto, las situaciones que describe Jesús son plausibles. Un agricultor podría sembrar semillas en un camino, si tenía la intención de ararlo después; o, al arar, podría descubrir que el suelo era rocoso. Y las malas hierbas habrían crecido después junto con la cosecha. 

 

Lo inesperado en esta parábola es la magnitud de la cosecha. A pesar de que tres de las cuatro partes de la semilla se desperdiciaron, la cosecha produjo el treinta o el sesenta o el ciento por uno. Esta habría sido una cosecha increíble para los estándares de la época.

 

 

La explicación de la parábola

 

Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: "...¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno". (Mc 4, 10; 13-20)


Los apóstoles no entienden la parábola, así que le piden a Jesús que se la expliquen. Él señala que el reino de Dios es parecido a lo que sucede cuando se cultiva. La semilla se esparce, parte de ella crece hasta convertirse en plantas, que luego producen su fruto. El acto de sembrar corresponde a la predicación de la Palabra de Dios: "El sembrador siembra la palabra" (4, 14). Así pues, Jesús se está describiendo a sí mismo. Él ha venido a sembrar la Palabra de Dios en los corazones de todos, no sólo de sus discípulos, sino también en los corazones endurecidos de quienes lo rechazarán: los fariseos, los herodianos, los escribas, su familia y sus amigos. A pesar de que muchos harán esto, podemos estar absolutamente seguros de que su Palabra producirá una gran cosecha y el reino de Dios llegará.

 

En el versículo 4, 3, Jesús dijo: "Salió el sembrador a sembrar". Una traducción literal del griego sería "uno vino saliendo a sembrar". Esta expresión es torpe porque normalmente no hablamos de esta manera. Por eso los traductores la "corrigen" cambiando "vino saliendo" por "salió". Sin embargo, esta corrección oculta un posible vínculo con el versículo 1, 38, donde Jesús dice algo semejante: “Vayamos a las ciudades vecinas, para que predique también allí; porque por eso [vine saliendo]".

 

 

La parábola de la lámpara

 

Les decía: "¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga". Les dijo también: "Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene". (Mc 4, 21-25)

 

Una vez más, el versículo 4, 21 no está traducido con precisión. La palabra griega que Marcos utilizó (erchetai) no significa "traer" sino "venir". Por lo tanto, una traducción más literal sería: "¿Viene la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?". Observa cómo, al igual que en el versículo 4, 3, Marcos utilizó el verbo "venir", lo que de nuevo resulta extraño porque no estamos acostumbrados a hablar de lámparas que vienen. Esto podría ser otro indicio de que Jesús se estaba refiriendo a sí mismo en esta parábola. Es decir, está diciendo que ha venido a traer la luz. Esto coincide con lo que leemos en el Evangelio de Juan: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8:12) y en los salmos: "Lámpara es tu palabra para mis pasos, | luz en mi sendero" (Sal 119, 105).

 

 

La parábola de la semilla que crece

 

Y decía: "El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega". (Mc 4, 26-29)

 

Esta parábola es exclusiva de este evangelio. Vemos que el que siembra la semilla y cosecha el grano es la misma persona. El mensaje de esta parábola es que la semilla contiene en sí misma el poder para crecer y producir su fruto. Lo único que tiene que hacer el agricultor es esperar hasta la cosecha. La Biblia utiliza a menudo la imagen de la cosecha como una metáfora del juicio.

 

Que se movilicen y suban las naciones | al valle de Josafat, | pues allá voy a plantar mi trono | para juzgar a todos los pueblos de alrededor. Echad la hoz, | pues la mies está madura; | venid a pisar la uva, | que el lagar está repleto | y las cubas rebosan. (Jl 3, 12-13)

Miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra». El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. (Ap 14, 14-16)

 

 

La parábola de la semilla de mostaza

 

Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». (Mc 4, 30-32)

 

En esta parábola, Jesús compara el reino de Dios con un árbol y habla de los pájaros que anidan en él y descansan a su sombra. No fue el primero en utilizar estas imágenes.

 

Se llenan de savia los árboles del Señor, | los cedros del Líbano que él plantó: allí anidan los pájaros, | en su cima pone casa la cigüeña. (Sal 104, 16-17)

 

Esto dice el Señor Dios: «También yo había escogido una rama de la cima del alto cedro y la había plantado; de las más altas y jóvenes ramas arrancaré una tierna y la plantaré en la cumbre de un monte elevado; la plantaré en una montaña alta de Israel, echará brotes y dará fruto. Se hará un cedro magnífico. Aves de todas clases anidarán en él, anidarán al abrigo de sus ramas. (Ez 17, 22-23)

Vemos, pues, que Jesús tomó esta idea del Antiguo Testamento. Esto confirma lo que vimos antes. Casi todo lo que Jesús dice o hace está relacionado con el Antiguo Testamento de alguna manera. En el pasaje de Ezequiel citado anteriormente, Dios usó un cedro para hablar tanto del reino de Israel como del reino mesiánico. Esto se debe a que es uno de los árboles más nobles que existen. Es fuerte, duradero y fragante; es muy alto y extiende sus ramas de tal manera que incluso el águila se posa y hace su nido allí; y su madera es de tal calidad, que fue ampliamente utilizada en la construcción de templos, palacios, carros y barcos. El cedro se menciona más de 70 veces en la Biblia, a menudo como una imagen de cosas tan diversas como una nación poderosa, el florecimiento de los justos y la gloria de Cristo.

 

"Hijo de hombre, di al faraón, rey de Egipto, y a su gente: '¿A quién crees parecerte en tu grandeza? ¿A un ciprés, a un cedro del Líbano, | de espléndido ramaje, espesa sombra, sublime altura, | cuya cima llegaba hasta las nubes?'" (Ez 31, 3)

 

El justo crecerá como una palmera, | se alzará como un cedro del Líbano. (Sal 92, 13)

 

Sus piernas, columnas de alabastro, | asentadas en basas de oro. | Su porte, como el Líbano, | esbelto como los cedros. (Cant 5, 15)

 

El giro de esta parábola está en que Jesús compara el reino de Dios con un árbol de mostaza en lugar de un cedro. Los estudiosos debaten sobre el tipo de árbol de mostaza al que se refería Jesús. Muchos piensan que fue la mostaza negra (Brassica nigra). Este giro habría sido bastante chocante para sus oyentes, porque un árbol de mostaza no se parece en nada a un cedro. Técnicamente, ni siquiera es un árbol, sino una hierba muy grande que puede alcanzar como máximo tres metros de altura. Los cedros, en cambio, pueden alcanzar hasta cuarenta metros.

Al aplicar este giro a una imagen por lo demás conocida, Jesús nos está diciendo que el reino de Dios aquí en la tierra no se parecerá a lo que esperamos. A menudo imaginamos que la Iglesia debería ser perfecta, santa y hermosa, como un cedro. Pero la verdad es que se parece más a un humilde árbol de mostaza. Es una realidad enigmática, llena de santos y pecadores, pero podemos estar seguros de que crecerá de forma misteriosa y producirá la cosecha que Dios espera de ella. 

 

 

Tareas

 

  • Añade las parábolas de Jesús a nuestro mapa del evangelio. Para ello puedes utilizar el archivo adjunto (en formato Excel o PDF). 

  • Elige una de las siguientes parábolas del Antiguo Testamento y explica cómo se utilizó para responder al liderazgo malvado en Israel.

    • 2 Sm 14, 4-11

    • 1 Re 20, 38-42

    • 2 Re 14, 8-9

 

  • ¿Por qué enseñó Jesús en parábolas?

  • Describe y explica el significado del giro en las parábolas del sembrador y del grano de mostaza.

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